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Poema de la Sem.Nº 2 (Lucía Alfaro) |
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Poema de la semana Nº 2
METAMORFOSIS
Lucía Alfaro
"Aire, soñé por un momento
que era aire,
oxígeno nitrógeno y argón
sin forma definida…"
José María Cano
Soñé que podía
romper el orden de los mayos
y enrojecí de lirios la azotea,
salí de este cuerpo
y crucé sin mirar hacia los lados
esa luna que se disputa
el mar y sus cangrejos,
cada vez que me divide
en soplo y en latido.
No, no quiero regresar al agujero
de culpas siempre mías:
¿Quién no hizo la tarea?
¿Quién apagó la vela
que mantenía
a la virgen despierta?
¿Quién se creyó silencio
y vio llorar al sol
sobre la cicatriz
que cruza la alameda?
Regresar, sí,
regresar a los besos,
a la puntual llovizna
que a las cinco y media
besaba las vidrieras,
regresar a los paños
empapados de insomnio
y estallar en su éxtasis.
Correr, correr sin piel,
sin dirección, sin vallas,
sin cintas amarillas, sin trofeos.
Simplemente correr
y saltar sobre las piedras,
emborronar los ríos
con estas huellas
pequeñas pero mías,
sin que el dedo mordaz
de algún dios me señale.
Nacer, morir en ti, en mí,
en esta sed
que nace a quemarropa
y me hace mujer cada mañana.
Seleccionar el pan, el sábado,
el tiempo del orgasmo.
Acomodar este antojo
barroco en el recuadro,
en el patio, en la sala
o en la cama,
ya no en la periferia del latido.
Y convertirme en aire,
que respires
el aire de mis poros,
la risa de mi aire, mi condena,
mi infinitud…
Este ardor,
este aire de ángel corrosivo,
que me descubre entera
sin forma definida.
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Poema de la Semana 11 al 17 de febrero 2013 |
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Esta vez, como poema de la semana, hemos escogido un pequeño cuento, muy poético, que escribiera Isabel Hernández y que leyera durante el Recital-Homenaje que POIESIS le dedicase a Luz Ala Chacón. He aquí el breve relato, casi prosa poética:
Domadora del tiempo
A Luz Alba Chacón
Quien coquetea con el tiempo hecho metáfora
Con la sabiduría de quien carga la curiosidad siempre en una pequeña bolsita color rojo; ella resucitaba laberintos. Algunos habían muerto por una pasión, otros por venganza, hubo uno que se ahogó en un río, dejando pequeños caminos huérfanos.
Por eso el Tiempo se enamoró de la dirección exacta de su sonrisa: un guiño, una carcajada, unas cuantas letras acariciando su espalda y de pronto... todos los labios de la historia le susurraban mares y montañas en sus ojos.
El Tiempo quiso ser carne para ella, pero finalmente concluyó que la mejor manera de entregarse era respirando poemas desde la hoja en blanco.
Por eso, a partir de ese instante, cada uno de los minutos se empapa de tinta, solo para verla desenvainarle la mirada al tiempo.
Isabel Hernández
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