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Poema de la Sem. No 3 (Olga Goldenberg) |
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Oficio de ser hijo
Para Camilo
¡Tanta noche
tan espesa y oscurahe sido
en un clarear tras otro!
¡Tan carecida!,
falta de estar
y de sentir el aire
fluir, vagar el ánima,
sentir los mínimos enlaces
dar forma a la espiral,
crecer bajo mis uñas
y en la sal de mis pasos.
Sin embargo he podido
casi a rastras
permanecer en pie,
reanudar obstinada
cada tarde una vela,
demorar
el humo del jazmín
en los floreros,
disfrazar de tibieza
el ojo insomne,
el frío desvelado.
He podido conmigo,
con mis transidas cargas,
porque vas cada día
por todo el vecindario
de mis sombras
recreando el abrazo
con que te arrebujaba
de pequeño,
el abrazo que ahuyenta
los asedios de tanta oscuridad
como me cerca.
Tu abrazo me repara,
me recobra,
me infiltra
tu envoltura de luz,
me engarza al hilo vivo
de cada amanecer que te convoca.
Escampa el corazón,
se endulza de tu nombre.
Quiero reconciliarme
con la estrella
que titila de noche
en tu ventana
y dibuja confines,
umbrales, territorios
abiertos a tu empeño.
Quiero reconciliarme con tu estrella,
saber que con tu abrazo
está mi abrazo,
ejercer el oficio:
ser madre del adulto.
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Poema de la Semana 11 al 17 de febrero 2013 |
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Esta vez, como poema de la semana, hemos escogido un pequeño cuento, muy poético, que escribiera Isabel Hernández y que leyera durante el Recital-Homenaje que POIESIS le dedicase a Luz Ala Chacón. He aquí el breve relato, casi prosa poética:
Domadora del tiempo
A Luz Alba Chacón
Quien coquetea con el tiempo hecho metáfora
Con la sabiduría de quien carga la curiosidad siempre en una pequeña bolsita color rojo; ella resucitaba laberintos. Algunos habían muerto por una pasión, otros por venganza, hubo uno que se ahogó en un río, dejando pequeños caminos huérfanos.
Por eso el Tiempo se enamoró de la dirección exacta de su sonrisa: un guiño, una carcajada, unas cuantas letras acariciando su espalda y de pronto... todos los labios de la historia le susurraban mares y montañas en sus ojos.
El Tiempo quiso ser carne para ella, pero finalmente concluyó que la mejor manera de entregarse era respirando poemas desde la hoja en blanco.
Por eso, a partir de ese instante, cada uno de los minutos se empapa de tinta, solo para verla desenvainarle la mirada al tiempo.
Isabel Hernández
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